martes, 5 de mayo de 2009

Cuentos a la virgen maría

El día era muy triste por la lluvia constante en el barrio de Luján, sin embargo los peregrinos no mostraban en sus caras rastro alguno de ella. Venían cantando alegres y a la vez cansados. Estaban ansiosos por llegar a ver a la Virgen para poder pedirle una súplica en especial o darle gracias de lo recibido. En fin, todos iban por diferentes motivos pero quien les daba el ánimo y las fuerzas de seguir adelante era la misma persona; la Virgen María.


Cuando se encontraron en el final de su camino, es decir, en la Gruta de la Virgen de Lujan, todos se hallaban moribundos y con los pies ampollados, pero ninguno lloraba a causo de dolor, sino que la razón de su llanto era el haber podido llegar allí a venerar a la Santísima Madre.


El descanso que tuvieron no duró mucho tiempo, a nadie le importaba; todos estaban ansiosos porque ya iría a comenzar la procesión.

Entre canciones, rezos y lecturas la tarde se fue consumiendo. Había sido una tarde primaveral en que el sol siempre estuvo presente.

Al final de la procesión con misa incluida, cada persona en su corazón le volvería a hacer una promesa a la Virgen para así regresar el año siguiente.

Todos en común le rezaron el Dios te Salve a la Madre Santísima.

Fue entonces que al día siguiente emprendieron el camino de vuelta con la alegría de haber podido estar allí ese año y, aunque sabían lo que el camino les traía preparado; venían con el corazón lleno de paz interior.

FIN

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